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La Trinidad implica relaciones | Contemplando la Trinidad



Iniciamos pensando que la Trinidad implica mutualidad. El segundo aspecto que queremos mencionar es relaciones. Una relación correcta con Dios y unos con otros involucra mutualidad. Elizabeth Johnson (1992) explica: “Esto significa una relación marcada por equivalencia entre personas, un valorarse unos a otros al mismo tiempo, una preocupación común marcada por la confianza, respeto y afecto en contraste a competir, dominar o imponerse como superior a la otra persona. Es una relación en la analogía de la amistad”. Cuando tratamos de definir la Trinidad siempre aparecerá este precioso concepto de relaciones. De hecho, para mí, el que explica mejor la doctrina de la Trinidad es 1 de Juan, cuando escribe: “Dios es amor”. El amor es una realidad entre personas.


Pero ¿cómo llegamos allí? ¿Cómo logramos mutualidad desde nuestras formas de existir como familias, de nuestra vida congregacional y en la sociedad? Si la perichoresis (el círculo que engloba a las tres Personas divinas) inicia en casa, ¿cómo podemos cultivar el crecimiento de todas las personas —jóvenes y ancianas— de relaciones desiguales de autoridad y valor al de mutuo respeto y de compartir el poder? ¿Qué dolores de parte involucra? Bonnie Miller-McLemore (1996) nos propone que mutualidad en las relaciones incluye “más que una revisión de los roles en casa y la construcción de un ambiente familiar amigable... Se hace necesario cambios sicológicos, morales y teológicos complejos”.


"Cuando tratamos de definir la Trinidad siempre aparecerá este precioso concepto de relaciones."

Quizá los niños nos pueden enseñar algunas cuantas cosas, especialmente en el área de la teología. Quizá los niños nos pueden enseñar sobre personalidad —tanto humana como divina. Sí, los niños tienen mucho que enseñarnos y nuestra sobrevivencia depende de ello.


¿Cuáles son las conexiones entre los modelos de vida familiar y modelos de vida en el Espíritu de Dios? Creemos con todo nuestro corazón que el Espíritu Santo cultiva mutualidad en las relaciones, y con este fin en mente, en muchas ocasiones se tiene que arriesgar el conflicto. Esto es así porque la vida en el Espíritu no trata en llegar a ser familias, congregaciones o comunidades donde todas las personas son iguales, sino donde las personas hacen una diferencia unos a otros, en amor y justicia y dignidad.



Si pensamos por un momento, en el camino de nuestra vida cristiana podemos abrirnos al cultivo del nuevo fruto del Espíritu en nuestros jardines espirituales, con el propósito de darle energía hacia la mutualidad cristiana. Pensemos sobre lo que Dios a través de su Espíritu quiere producir en todas y cada una de nuestras relaciones: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23).


"podemos abrirnos al cultivo del nuevo fruto del Espíritu en nuestros jardines espirituales, con el propósito de darle energía hacia la mutualidad cristiana."


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