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La enseñanza de las epistolas paulinas II

(1 Cor. 3:1-23. 1 Cor. 6:19)


¿Todos los templos cristianos están cerrados? Alguna vez imaginamos encontrarnos con una situación de esta magnitud. Seguramente marcará durante muchos años un antes y un después del coronavirus para el cuerpo de Cristo. Mucho de lo que se ve en las redes sociales es el esfuerzo del liderazgo para mantener a los miembros de la iglesia con la sensación de que la iglesia sigue abierta. Nunca se había visto tanta presencia de mensajes, actividades, conferencias en línea, etcétera y es algo que debemos celebrar, que pudimos romper el miedo a transmitir y salir al público.


Pero debemos preguntarnos si los templos realmente están cerrados. Cuando aterrizamos en la teología pastoral de Pablo escrita a una iglesia como la de Corinto, vemos que Pablo hace un esfuerzo para que la iglesia pueda comprender lo profundo y extraordinario que ha sucedido a la hora de que Cristo nos ha regalado su Espíritu, que recibimos a la hora de bautizarnos (1 Cor. 12:13). Algo que incluso hoy nos cuesta mucho trabajo entender; me estoy refiriendo al tremendo movimiento teológico de concebir a Dios enclaustrado en el lugar santísimo a trasladar su morada al propio ser humano.


Antes el pueblo de Dios de la diáspora necesitaba viajar muchos kilómetros para llegar a Jerusalén y ser parte de los rituales, la purificación y la expiación que sucedía al rededor del Templo. Aquel lugar santísimo inaccesible y velado para todos, ahora en Cristo Jesús se rasga el velo y se vuelve accesible para todos, ya no hay fronteras en el templo para nadie, ni judío ni griego; ni mujer ni hombre, todos tienen acceso. Pablo, nos informa que no debemos ignorar que al ser hombres y mujeres espirituales somos transformados y ahora el Espíritu de Dios puede habitar en nosotros (1 Cor. 3:9, 16 y 6:19). Ni los más grandes filósofos podrían haber anticipado tan extraordinario movimiento de parte de este Dios trascendente.


Entonces, lo anterior debería ayudarnos a comprender que los templos no están cerrados, nunca ha sido así, todo lo contrario somos templos portátiles con la capacidad de moverse de un lugar o otro, llevando la presencia del Espíritu de Dios, este Espíritu que da vida, que trae consuelo y que nos lleva a toda verdad. Que tremenda verdad, saber que cada uno de nosotros en casa, estamos siendo el lugar santísimo, tierra santa, en donde mi prójimo, mi hijo, mi esposo, mi esposa, quién sea, pueda tener un encuentro con Dios. Los templos no están cerrados, solo están descubriendo el potencial de hacer de los lugares comunes y corrientes. experiencias extraordinarias con un Dios que se manifiesta por medio de hombres y mujeres que son templos portátiles y que llevan este Espíritu creador en su interior. Y un día no muy lejano, Dios lo quiera regresaremos y nos ensamblaremos y juntos adoraremos como un solo cuerpo, una sola morada divina (1 Cor. 1:13a; 12:13-14).

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