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El Derramamiento Pentecostal del Espíritu I

Hechos 1:2, 5, 8, 16 (cf. 4:25); 2:1 (cf. 11:15), 15ss., 33, 38



Día 1. Ore por responder a la gracia de Dios Usted es hechura de Dios, creado en Cristo Jesús para buenas obras las cuales Dios dispuso de antemano para que las pongas en practica. Lea efesios 2:10


Si el “primer tratado” de Lucas dio prominencia a la obra del Espíritu en los días del Hijo del Hombre, su secuela, los Hechos, está totalmente ocupado con la obra del Espíritu en la vida de la iglesia. Hechos inicia con un resumen de los 40 días antes de la Ascensión. Es una transición de Jesús al Espíritu. Lucas, viendo el pasado a la luz del Pentecostés fue capaz de ver que el bautismo de la iglesia con el Espíritu estaba anticipado en los días del Advenimiento; y la vida terrenal del Señor que estuvo acompañada con el poder del Espíritu, y así había de ser con el de la iglesia.


La inspiración mesiánica estaba sobre el Cristo Resucitado como había estado en su ministerio terrenal. Ahora, a través del Espíritu, da mandamientos a sus apóstoles. Tal parece que el Resucitado recuerda los días de su propio bautismo y ungimiento por el Espíritu y de eso aconseja al pequeño rebaño. Los discípulos necesitaban estar en contacto, como nunca antes había sido posible, con los poderes del mundo venidero. El Señor da instrucciones específicas: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (1:4).


Luego vemos a Pedro, esperando el bautismo con el Espíritu, citando las Escrituras “en que el Espíritu Santo habló antes”. Lucas luego nos contará del derramamiento del Espíritu como cumplimiento de las Escrituras. Lucas relaciona ese derramamiento con la fiesta de la cosecha llamada “Pentecostés”. Podemos ver lo apropiado de tal día para la venida del Don Divino puesto que ese grupo son las primicias de lo que habría de venir. Entre los judíos tardíos el Pentecostés se guardaba como el aniversario de la entrega de la Ley, y se nos ha señalado que el Espíritu Santo vino para escribir en los corazones la perfecta ley de la libertad, la ley del Espíritu de vida (Santiago 1:25; Romanos 8:2; 2 Corintios 3:3). Y pensar que es exactamente eso lo que necesitamos para vivir la vida cristiana. Escucha el anhelo del salmista: “¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus mandamientos” (Salmos 119:5-6). Esa es mi oración.


Interesante observar que el Pentecostés cae en el mismo día de la semana que Resurrección: Domingo. Es decir, en el Día del Señor celebramos tanto la victoria del Señor Jesús sobre la muerte, como la entrada del Espíritu que vino para dar vida. El día semanal del Señor también es el día del Espíritu de Cristo. Cada domingo celebramos la resurrección del Señor y el derramamiento del Espíritu de Dios. ¡Aleluya!

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